viernes, 22 de septiembre de 2017

Spanking o el arte de propinar una buena azotaina


«...Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra.
Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo.»

Epístola de Julio Cortázar a Alejandra Pizarnik



¡Quién iba a decirlo! Cortázar no sólo usaba las manos para darle cuerda a los relojes, también para darle chicotazos a Pizarnik. Spanking, como lo llaman ahora, siguiendo la moda de usar palabros ingleses para hablar de prácticas sexuales como si quedara más glamuroso y exótico. Spanking o, peor aún, Espankear, para designar aquello que siempre se ha dicho en español, con una rotundidad onomatopéyica de la que carece el término en inglés: aZotar. Hasta la letra parece querer rememorar el sonido de la mano que golpea, implacable, el culo indefenso. De todos modos, es comprensible que se utilice la palabra inglesa, a fin de cuentas se considera que los castigos que se aplicaban en los colegios de la Gran Bretaña influyeron en su aparición. 

¿Y cómo dar chicotazos sin perder la mano (y el culo) en el intento? Vayan a este enlace, cojan el culo de su amante y pongan la mano en forma de copa: empezamos.

Brenda B. Lennox ©

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